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.Nadie ver�s castigarporque hurta plata o cobre:que al que azotan es por pobre.Despu�s de eso hubo un silencio incómodo.�lvaro de la Marca miraba su pipa.Al fin la puso sobre la mesa. Para cargar esos cuarenta quintales de oro suplementario  prosiguió al fin , m�s la plata no declarada, elcapit�n del Virgen de Regla ha hecho retirar ocho de los ca�ones del galeón.Aun as� navega muy pesado,seg�n cuentan.VOL.IV: EL ORO DEL REY244 LAS AVENTURAS DEL CAPIT�N ALATRISTE �A qui�n pertenece el oro?  preguntó Alatriste. Ese punto es vidrioso.De una parte est� el duque de Medina Sidonia, que organiza la operación, pone elbarco y se lleva los mayores beneficios.Tambi�n hay un banquero de Lisboa y otro de Amberes, y algunospersonajes de la Corte.Uno de ellos parece ser el secretario real, Luis de Alqu�zar.El capit�n me estudió un instante.Yo le hab�a contado, por supuesto, el encuentro con Gualterio Malatestaante los Reales Alc�zares, aunque sin mencionar el carruaje y los ojos azules que hab�a cre�do ver en els�quito de la reina.Guadalmedina y Quevedo, que a su vez lo observaban atentos, se miraron entre s�. La maniobra  continuó �lvaro de la Marca consiste en que, antes de descargar oficialmente en C�diz oSevilla, el Virgen de Regla fondee en la barra de Sanl�car.Han comprado al general y al almirante de la flotapara que las naves, so pretexto del tiempo, de los ingleses o lo que sea, echen all� el ancla durante al menosuna noche.Entonces se har� el transbordo del oro de contrabando a otro galeón que espera en ese paraje: elNiklaasbergen.Una urca flamenca de Ostende, con capit�n, tripulación y armador irreprochablementecatólicos.Libres para ir y venir entre Espa�a y Flandes, bajo el amparo de las banderas del Rey nuestrose�or. �Dónde llevar�n el oro? Seg�n parece, la parte de Medina Sidonia y los otros se queda en Lisboa, donde el banquero portugu�s lapondr� a buen recaudo.El resto va directamente a las provincias rebeldes. Eso es traición  dijo Alatriste.Su voz era tranquila, y la mano que llevó la jarra a sus labios, mojando el mostacho en vino, no se alteró lom�s m�nimo.Pero yo ve�a ensombrecerse sus ojos claros de un modo extra�o. Traición  repitió.El tono de esa palabra avivó im�genes recientes en mi memoria.Las filas de infanter�a espa�ola imp�vidasen la llanura del molino Ruyter, con el tambor que redoblaba a nuestra espalda llevando a los que iban amorir la nostalgia de Espa�a.El buen gallego Rivas y el alf�rez Chacón, muertos por salvar la banderaajedrezada de azul y blanco en la ladera del reducto de Terheyden.El grito de cien gargantas saliendo alamanecer de los canales, al asalto de Oudkerk.Los hombres que lloraban tierra despu�s de pelear al armablanca en las caponeras.De pronto yo tambi�n sent� deseos de beber, y vaci� mi jarra de un golpe.Quevedoy Guadalmedina cambiaban otra mirada. Eso es Espa�a, capit�n Alatriste  dijo Don Francisco.Se nota que vuestra merced ha perdido en Flandes lacostumbre. Sobre todo  apostilló Guadalmedina , lo que son es negocios.Y no se trata de la primera vez.La diferenciaes que ahora el Rey, y en especial Olivares, desconf�an de Medina Sidonia.El recibimiento que les dispensóhace dos a�os en sus tierras de Do�a Ana, y las finezas con que los obsequia en este viaje, no ocultan elhecho de que Don Manuel de Guzm�n, el octavo duque, se ha convertido en un peque�o Rey de Andaluc�a.De Huelva a M�laga y Sevilla hace su voluntad; y eso, con el moro enfrente y con Catalu�a y Portugalsiempre cogidos con alfileres, resulta peligroso.Olivares recela que Medina Sidonia y su hijo Gaspar, elconde de Niebla, preparen una jugada para darle un sobresalto a la Corona.En otro momento esas cosas sesolucionar�an degoll�ndolos tras un proceso a tono con su calidad.Pero los Medina Sidonia est�n muy alto,y Olivares, que pese a ser pariente suyo los aborrece, nunca osar�a mezclar su nombre, sin pruebas, en unesc�ndalo p�blico [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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